lunes, 18 de mayo de 2009

De cómo la vida poco a poco me deja sin abuelitos.

Mala onda, chevy. Puro golpe bajo. Primero mi abuelito, tremendo, a los 17 años, acompañada de la pérdida de querido Abuelo, se unió la culpa de sentirme aliviada de tener pretexto para no tener que estudiar para mi examen de sociología al día siguiente; luego la crisis existencial originada en el comentario de mi madre: No se quería morir, tenía mucho miedo. Bye... súper malviaje... Antes que esto, cuándo se murió Emmita la viejita con la que platicaba en mi Servicio Social en el asilo de Las Palomas, ya tenía la lengua floja y chistaba los labios, muy chistosa, me cae bien los viejitos chistosos e imprudentes. Este diciembre mi abuelitísisima súper querida Amalia, yo era su consentida ella, ella era mi consentida. Conocida en los barrios bajos por robarse los dulces en el cine y quejarse a conciencia del aire acondicionado para que le dieran boletos gratis, se murió después de un rato de ser "oxigenodependiente" término elegantísisimo que le hacía más llevadero el hecho de estar amarrada al tanque, y no poder viajar e ir al cine, actividades harto disfrutables... Me pegó durísimo; después de eso no pude llorar como en dos meses y eso que yo lloro hasta con anuncios. Y ahora Benedetti, De qué se trata Oh Dios mío? Era mi abuelito honorario, aunque evidentemente el no lo sabía... Con su carita como de perrito daban ganas de traerle una cobijita y ponerte a ver la tele. Mal, muy mal.
Ahora me preocupa el Sr. Miranda.
Uuuy el Sr. Miranda merece su propio post.
Oh sí.

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